Normalmente la reacción
del padre y de la madre ante el diagnóstico de autismo de un hijo son
muy diferentes. El proceso, al cual se conoce como “duelo”,
sucede a diferentes velocidades y con diferentes enfoques. En ocasiones
ésta diferencia puede resultar incomprensible e incluso muy frustrante
para la parte femenina de la pareja. Quizá el problema resida en
entender el por qué de éstas diferencias entre el hombre y la mujer a la
hora de recibir el diagnostico y el posterior proceso.
Existen diferencias evidentes en los comportamientos
ante situaciones de gran calado emocional entre hombres y mujeres, con
esto no descubrimos nada que no sepamos. Hombres y mujeres son muy
diferentes en muchos aspectos, pero sobre todo en el apartado emocional.
Existen diversas teorías y explicaciones al respecto de estas
diferencias, aunque prácticamente todas comparten la misma base.
Aspectos culturales e históricos crean determinados roles
preestablecidos, e incluso marcados al fuego en lo más profundo, como
una impronta genética.
En base a estos aspectos, -culturales, sociales,
históricos, genéticos,…- el varón es mucho más reacio a mostrarse
tierno, amoroso, dulce,…, ya que este tipo de actitud es considerada
como un signo de debilidad y/o baja masculinidad. Inclusive el rechazo a
reconocer un estado depresivo (como si la depresión fuese algo
exclusivamente femenino), a ocultar un estado depresivo bajo un presunto
estrés, presión laboral u otras cuestiones similares y obviamente
aceptables desde el punto de vista masculino. Que no deja de ser una
forma de ocultar el dolor que el padre siente. Un dolor que puede ser
igual de intenso que el de la madre, o incluso mayor, pero que no tiene
una forma de expresión visible. Esa introversión emocional genera una
serie de estados de frustración, miedos, vergüenza, culpa, etc, que a su
vez pueden generar un estado de ansiedad y enfado casi permanente y que
puede generar una brecha importante con su pareja, que aunque está
pasando por una situación idéntica, lo expresa de una forma totalmente
diferente.
La respuesta de la madre suele ser mucho más
emocional, más extrovertida, mientras que en el padre esta respuesta
suele diametralmente opuesta. Es muy habitual que el padre tarde mucho
más en entender la diferencia, en aceptarla, en quitarse el enfado
perpetuo de encima y dar el paso hacia la aceptación. También hay que
tener en cuenta que existe una especie de acuerdo social que presenta el
mundo masculino como mucho más competitivo que el de la mujer. Desde el
propio momento del flirteo, donde el varón parece ser el llamado a dar
siempre los primeros pasos, a realizar el cortejo a la mujer (Luego en
la realidad esto no es siempre así), hasta en el propio mundo laboral,
donde la competitividad está basada en un modelo muy agresivo (en el
mundo “femenino” también, ya que una mujer debe luchar mucho más duro
que el hombre para conseguir lo mismo); Pero la percepción masculina es
algo más básica, y cuando el padre ve que su hijo no tiene esa
“capacidad” innata para competir a todos los niveles, entiende esa
“carencia” como una gran debilidad que va a mermar a su hijo (y por
tanto a su transmisión genética) muchas oportunidades.
El padre va a auto-excusar su incapacidad de
expresión emocional en su deber como padre de familia, el tener que
asumir una mayor carga laboral para asumir costos inesperados, el tener
que pensar en un mayor plazo temporal, etc, y a su vez, estas
circunstancias hacen que el padre pase mucho menos tiempo con su hijo,
con lo cual, acaba viendo el problema con cierta distancia, que no deja
de ser una forma de evitar lo inevitable.
Para muchos padres mirar a sus hijos es como ver una
versión en alta definición de sí mismos en un espejo. Y cuando aparece
el autismo, la confusión y la incomprensión del trastorno, hacen que
este espejo caiga roto en mil pedazos, y recomponerlo es una tarea casi
imposible. Y al llorar de otra forma ante esta situación, de
una manera compleja, con un elevado nivel de introversión que conduce a
una ocultación de los sentimientos, genera altos niveles de frustración y
de distanciamiento de su pareja.
Reconocer esta situación, ser capaz de llorar, ser
capaz de descubrir que algo que amamos nos necesita pero realmente no
sabemos qué hacer; la sensación de estar roto a todos los niveles; la
incomunicación con tu pareja, como si hubiese una especie de
interferencia perpetua en las comunicaciones; el miedo a no poder
aprender, a no cumplir con las expectativas, a descifrar, a resolver el
enigma de un hijo, al cual se supone debemos proteger, cuidar, verlo
crecer, verlo convertirse en nuestra imagen de alta definición, ver como
hace todas esas cosas que anhelamos, genera una situación que en
algunos casos puede conducir a cierta alienación familiar, como si todo
esto no fuese con él, como una especie de pesadilla de la que
despertarse. Es como si el autismo fuese una especie de agujero negro
que lo devora todo y no deja tiempo para poder enfrentarse a la
realidad.
La crisis del orgullo paternal puede ser muy dura.
Normalmente los padres suelen alardear de sus hijos (y si son varones
más) ante la menor oportunidad, sin embargo, en este caso se impone una
especie de ley del silencio, la falta de orgullo hacia el hijo es como
un millón de termitas que lo devoran por dentro poco a poco y que al
final, acaban debilitando enormemente la resistencia de la madera,
aunque por fuera se vea perfecta.
Y aunque el nivel de divorcios no es mucho más elevado que en el resto de parejas,
el nivel de estrés o de destrucción del núcleo basal de la pareja puede
ser muy delicado, el amor y respeto mutuo se diluyen, y curiosamente lo
mismo que corroe por dentro es lo que mantiene a su vez a la pareja, el
amor por el hijo y la conciencia de que los necesita a ambos. Pero éste
es un frágil equilibrio. Muchas madres se quejan de la sensación de
soledad ante la situación, con lo cual reprochan a su esposo su falta de
“compromiso” y como es lógico obtienen justo la respuesta contraria de lo que pretendían. Y el esposo no quiere hablar del problema
porque el problema es superar un miedo interior, miedo a tener que
desnudarse emocionalmente y reconocer una debilidad frente a su esposa y
por extensión frente a los demás, y es que muchas veces es muy difícil
reconocer que se necesita ayuda, aunque al final, tanto el hombre como
la mujer son la misma montaña, solo que hay dos vertientes, la sur y la
norte, la misma montaña pero desde dos puntos de vista.
Aunque también está el grupo de los padres rápidos,
aquellos que tienen un proceso de muy breve a extra-breve, y también
generan en su pareja un problema. Ya que mientras la mujer está inmersa
en su duelo, su pareja masculina lo dejó atrás a gran
velocidad. Y aunque parezca mentira, ya que es justo la situación
opuesta a la que hemos reflejado, también genera una sensación muy
complicada, ya que desde el punto de vista del varón no es posible
entender qué le pasa a su pareja que anda como perdida. Con lo cual
reprocha a su esposa su falta de “compromiso” … ¿les suena? Justo del
párrafo anterior. Aunque en estos casos cuando el padre ha tenido este
micro-duelo, suele ser un varón muy activo, muy predispuesto a hacer lo
que sea necesario, corresponde a un perfil muy vitalista y cuya
experiencia vital ha sido otro de los factores determinantes a la hora
de saber afrontar este tipo de situaciones. Y es que las experiencias
que cada uno acumula en su vida van también a condicionar en cierta
medida la respuesta. No tendrá evidentemente la misma reacción un hombre
cuando tiene 25 años y su primer hijo a cuando tiene 40 y una vida con
otras experiencias límite que ha superado y por tanto dejado un
aprendizaje emocional. Y a veces este vitalismo puede ser
malinterpretado por la pareja, que puede pensar que sencillamente a su
compañero lo del autismo se la trae al fresco y que no es capaz de ver
la gravedad del tema, y entre tanto, al varón le queda la sensación de
que su pareja no parece estar a la altura para asumir retos complejos, y
los reproches se suceden en cascada.
En cualquier caso, es siempre una buena idea el
recibir un poco de ayuda, mejorará la forma en que la pareja va a
afrontar el proceso y será una buena forma de que los lazos se estrechen
aún más y descubran JUNTOS que el mundo no se acaba con el autismo, y
que aunque el camino es largo y difícil, también es un camino que nos
dará muchas sorpresas y que nos va a cambiar a muchos niveles; aprender a
caminar juntos y a descubrir que el futuro se escribe todos los días es
alguna de las muchas cosas que nuestros hijos nos enseñan.
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