Donald Triplett: La primera persona diagnosticada con autismo
Los estudios sobre el Trastorno del Espectro Autista (TEA) comenzaron
en el siglo XX. En aquel entonces se le consideraba como una condición
bastante extraña.
Personas como Dr.
Hans Asperger y Dr. Leo Kanner dieron importantes aportes relacionados
con el autismo. Ésta último diagnosticó al primer niño con este
trastorno. Su nombre es Donald Triplett. El Instituto de Investigación
de Evolución Humana (IIEH), basándose en un artículo publicado por PBS
Newshour, realizó este trabajo acerca de la historia de Tripett:
Hace casi 70 años, en 1943, el psiquiatra infantil Leo Kanner describió
una compleja condición neurológica infantil que en aquel entonces se
consideraba extremadamente rara. Tan rara que su estudio se limitó a los
casos de once niños en Estados Unidos, a los que llamó autistas. El
primer caso que describió fue el de un niño de Forest, Misisipi: Donald
T, que desde entonces se conoció como el Caso 1 del autismo. Aunque se
conservó un registro de parte de su infancia, y su nombre era conocido
en el campo de la psiquiatría, nadie trató de averiguar qué había
sucedido con Donald. Hasta hace muy poco.
Donald Gray Triplett
(su nombre completo) nació en 1933 y tuvo una primera infancia muy
difícil: físicamente muy torpe, no respondía a su nombre, no miraba a
los ojos, no toleraba interrupciones ni cambios en su rutina, tenía una
gran aversión a la leche y los columpios, tenía una obsesión por los
números y las notas musicales y una continua manía de hacer girar
objetos redondos tales como sartenes. A punto de cumplir los 4 años,
siguiendo las instrucciones del doctor que lo sugirió a fin de "cambiar
su ambiente", fue internado en una institución gubernamental. Al paso de
un año sus padres constataron que la reclusión le había hecho más daño
que bien y, en contra de los consejos de los doctores, lo sacaron de
allí. La familia Triplett tenía los medios para que el mejor psiquiatra
infantil de aquel entonces en Estados Unidos, Leo Kanner, estudiara su
caso. Cuando cumplió 5 años, Donald viajó con su familia a Baltimore
para ser observado por Kanner con detenimiento en la Universidad Johns
Hopkins; a las dos semanas, Donald y sus padres regresaron a Forest sin
respuestas, Kanner no tenía idea de cuál debería ser el diagnóstico
correcto pero sugirió que podría ser una condición no descrita hasta ese
entonces. De ahí nació su labor de reunir y examinar casos similares
durante los siguientes 5 años hasta 1943, cuando publicó los resultados
de su investigación de 11 casos en el estudio llamado "Trastornos
autistas del contacto afectivo".
Donald tuvo suerte. Sus padres
se involucraron por completo en sus terapias; la comunidad de Forest,
pueblo de 5 mil personas, aceptó sin reparos sus diferencias y lo trató
como a uno de los suyos. Cuando cumplió 9 años, Donald vivió en una
granja donde realizó trabajos ligeros pero que le dieron un sentido de
identidad y logro; fue a la escuela, donde dejó la leyenda de que contó
sin esfuerzo el número de ladrillos del edificio; y, por fin, incluso
asistió a la universidad, estudió francés y tuvo un sitio especial en el
coro. Sin llegar a ser "normal" (o neurotípico), Donald demostró muchos
avances y nuevos intereses, hizo amigos y manifestó gran curiosidad por
los viajeros que visitaban Forest. Sin embargo, una vez convertido en
adulto, se perdió el rastro y la utilidad de Donald, "ese niño que",
según su propio padre, "vive adentro de sí mismo" y que solía adjudicar
un número diferente a cada persona que conocía, sin olvidarlo nunca.
El espectro autista (o autismo) afecta a cada vez más niños, casi a uno
de cada cien, y hasta se habla de una epidemia de autismo. Aunque hay
muchas teorías, todavía nadie sabe bien por qué. Algunos lo niegan por
completo y aseguran que el aumento de casos diagnosticados se debe a la
mayor cantidad de niños observados. Hay grupos de activistas que culpan
el consumo de gluten (glucoproteína encontrada en algunos cereales como
el trigo), otros que lo atribuyen a las vacunas (por el influjo tóxico
del mercurio en el cerebro en desarrollo), sobre todo a la vacuna triple
SPR, aunque se han realizado numerosos estudios que lo desmienten; y
algunos lo quieren explicar sólo apelando a la genética, a pesar de que
se ha demostrado que el ambiente juega un papel importante. Otra
corriente de pensamiento afirma que el autismo es una respuesta
autoinmune y otra más que proviene de deficiencias en la nutrición. La
opinión general en la actualidad es que el autismo resulta de una o más
anormalidades genéticas en combinación con uno o más factores
ambientales que lo desencadenan. Apenas la semana pasada, un estudio
sumario epigenético señaló al jarabe de maíz rico en fructosa como
posible culpable del aumento de casos del espectro autista en Estados
Unidos (encontraron rastros de mercurio en buena parte de las muestras).
Frente a posiciones tan amplias, es evidente que la causa del autismo
no será descubierta pronto y, muchísimo menos, su "cura", concepto cuya
validez muchos ponen en duda.
En pocas palabras: En una o dos
décadas, sin lugar a dudas, los millones de niños autistas de hoy serán
adultos. ¿Cómo le van a hacer? Las escuelas no enseñan la vida diaria o
cómo existir en el mundo, los programas para autistas se centran en los
niños pero el autismo no se va a ningún lado ya que son adultos, si
acaso se oculta. Para sobrevivir de forma independiente, los adultos en
el espectro autista deben poder:
Cuidar y administrar su dinero
Saber pedir indicaciones y seguir las instrucciones para ir de un lugar a otro
Mirar a los ojos a su interlocutor en entrevistas de trabajo
Usar ropa limpia y cuidar su apariencia
Saber utilizar el transporte público
Reconocer cuando una persona es peligrosa
Pero, ¿y Donald? Fue en octubre de 2010, más de 50 años después, cuando
un par de periodistas, John Donvan y Caren Zucker, lo encontraron
todavía viviendo en Forest. Jugando golf. Donald Triplett tiene 79 años y
todavía vive en la casa de sus padres (que fallecieron en los 80s), en
Forest, Misisipi. Donald lleva una vida de retirado, viaja de vez en
cuando, goza de buena salud, maneja su propio carro y disfruta de ver
episodios antiguos de Bonanza en la televisión. Donald ha vivido una
vida feliz y su cara se ilumina cuando habla del golf o de sus viajes. A
lo largo de varias entrevistas (todavía tiene peculiaridades en su
habla) se comprobaron algunos detalles de su vida, mientras que se
desmintieron otros. Por ejemplo, Donald no contó el número exacto de
ladrillos de su escuela, fue tan sólo una cifra que dijo al azar un día
que sus compañeros probaban los límites de su afición a los números; por
otro lado, comprobaron en carne propia que la comunidad, hasta hoy, lo
protege abiertamente: "Si lo que escriben le hace daño a Donald",
amenazaron a los periodistas, "sabemos dónde y cómo quejarnos". Además,
Donald Triplett todavía recuerda los números de todas las personas de su
vida y los periodistas mismos recibieron su propio número.
El
Caso 1, el caso de Donald, tan excepcional como es, resulta muy valioso
hoy en día porque nos enseña dos cosas: La primera es el papel que tiene
la aceptación de la comunidad para el buen desarrollo de una persona en
el espectro autista, de cualquier edad. No sólo es necesaria la
familia, sino la comunidad misma. La segunda, aunque no tan obvia, es la
necesidad de reconsiderar nuestra opinión de éxito.
Siempre y
cuando el clima lo permita, Donald juega en el campo de golf de Forest
todos los días. No tiene el swing más fluido y debe seguir una
intrincada serie de gestos pero nunca falla su golpe y, cada vez, su
cara resplandece.
Autor: IIEH
Fuente: El primer niño del autismo
Nota: Cabe señalar que Leo Kanner no fue la primera persona en utilizar
el término autista. Esta palabra ya se usaba para describir ciertos
síntomas de la esquizofrenia y el pediatra austríaco Hans Asperger lo
empleó de manera paralela a Kanner. En la actualidad, el síndrome de
Asperger es uno de los trastornos que se incluyen dentro del espectro
autista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario