Les comparto un discurso histórico de Carly Fleischmann presentando, nada más ni nada menos, que a Temple Grandin:
Para quienes no me conozcan, me llamo Carly Fleischmann y soy una chica autista de quince años que, como pueden ver y oír, ha
encontrado su voz interior. Es un honor y un privilegio poder presentar
a una mujer que, en realidad, no necesita presentación, pero no se lo
digan, pues podría quedarme sin trabajo. Se rumorea que cobro en patatas
fritas. Mmm.
Permítanme volver atrás un instante y ponerme
seria. He investigado muchísimo para preparar la presentación de Temple,
y es asombrosa la cantidad de similitudes que, al parecer, compartimos.
Al igual que yo y que muchos niños autistas, un buen día, sentada en la
consulta médica cuando Temple era una niña pequeña, los médicos
comunicaron a su madre que su hija tenía autismo. Preguntó cuál era la
causa, y el doctor le dio la respuesta que se solía dar a las madres
hasta hace veinte años. La miró a los ojos y le dijo que era el
resultado de malos tratos en casa y de falta de amor materno. En aquella
etapa de su vida, Temple, al igual que yo, no hablaba, y su madre, como
la mía, se negaba a aceptar el hecho de que su hija nunca iba a ser
capaz de comunicarse. A partir de entonces, Temple se sometió a un
intenso programa de terapia. El método del Análisis Aplicado de la
Conducta todavía no se había desarrollado, aunque algunos dicen que se
podría considerar como el primer programa de AAC de la historia.
Con una poderosa logoterapia, una niñera trabajando a toda máquina las
habilidades sociales y una madre con la firme voluntad de educar a su
hija, Temple fue capaz de comunicarse. Pero si bien podía hablar, la
lucha aún no había terminado. A Temple, igual que a mí, se le ofreció la
oportunidad de asistir a la escuela , a pesar de las dificultades y el
escepticismo con los que iba topando a la vuelta de cada esquina, Temple
fue capaz de hacer lo que muchos médicos y educadores pensaban que era
imposible. Se graduó con un doctorado en Zoología, y desde entonces ha
escrito libros sobre una variedad de temas, entre los que se incluyen
los animales, las habilidades sociales y, por supuesto, el autismo.
A veces, vivir con autismo ha sido muy duro. Los retos son
incalculables, pero muy difíciles de alcanzar. Sin embargo, poder ver a
alguien que ha sido capaz de llegar hasta aquí y con la misma
discapacidad que tengo yo, me da sobradas esperanzas de futuro no solo
para mí, sino también para los centenares de miles que me sucederán.
Hoy quiero serles muy sincera. Normalmente puedo concebir un discurso o
una historia en mi cabeza y luego la escribo. No obstante, esta
presentación me ha acarreado muchos problemas. Primero lo achaqué a mi
autismo, pero después me di cuenta de que era debido a la admiración que
siento por Temple Grandin lo que la hizo tan difícil.
Un sabio
dijo en una ocasión que soñar en la grandeza es el primer paso para
alcanzarla. Una frase que, como dicen en la tele, «no tiene precio».
Muchos chicos y chicas de mi edad dirían que admiran a estrellas del
pop, a famosos de los reality shows y a figuras del deporte, pero yo me
siento orgullosa de decir que admiro a Temple Grandin. Sin más que
decir, la mujer que realmente no necesita presentación, mi ídolo: Temple
Grandin.
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