El autismo es un trastorno neurológico complejo que generalmente dura
toda la vida. Es parte de un grupo de trastornos conocidos como
trastornos del espectro autista (ASD por sus siglas en inglés).
Actualmente se diagnostica con autismo a 1 de cada 88 individuos y a 1
de cada 54 niños varones en Estados Unidos, haciéndolo más común que los
casos de cáncer, diabetes y SIDA
pediátricos combinados. Se presenta en cualquier grupo racial, étnico y
social, y es cuatro veces más frecuente en los niños que en las niñas.
El autismo daña la capacidad de una persona para comunicarse y
relacionarse con otros. También, está asociado con rutinas y
comportamientos repetitivos, tales como arreglar objetos obsesivamente o
seguir rutinas muy específicas. Los síntomas pueden oscilar desde leves
hasta muy severos.
Los trastornos del espectro autista se
pueden diagnosticar formalmente a la edad de 3 años, aunque nuevas
investigaciones están retrocediendo la edad de diagnóstico a 6 meses.
Normalmente son los padres quienes primero notan comportamientos poco
comunes en su hijo o la incapacidad para alcanzar adecuadamente los
hitos del desarrollo infantil. Algunos padres explican que su hijo
parecía diferente desde su nacimiento y otros, que iba desarrollándose
normalmente y luego perdía aptitudes. Puede que inicialmente los
pediatras descarten las señales del autismo pensando que el niño podrá
alcanzar el nivel deseado y le aconsejan a los padres que esperen y vean
como se desarrolla. Nuevas investigaciones muestran que cuando los
padres sospechan que hay algo mal con su hijo, generalmente están en lo
correcto. Si tienes inquietudes acerca del desarrollo de tu hijo, no
esperes y habla con su pedíatra para que sea evaluado.
Si a tu
niño lo han diagnosticado con autismo, una intervención temprana es
crítica para que pueda beneficiarse al máximo de todas las terapias
existentes. Aunque para los padres puede ser difícil etiquetar a un
pequeño como “autista”, entre más pronto se haga el diagnóstico cuanto
antes se podrá actuar. Actualmente no existen medios efectivos para
prevenir el autismo, ni tratamientos totalmente eficaces o cura. Sin
embargo, las investigaciones indican que una intervención temprana en un
entorno educativo apropiado, por lo menos por dos años durante la etapa
preescolar, puede tener mejoras significativas para muchos niños
pequeños con trastornos del espectro autista. Tan pronto como se
diagnostique el autismo, la intervención temprana debe comenzar con
programas eficaces, enfocados en el desarrollo de habilidades de
comunicación, socialización y cognoscitivas.
Fuente: Autism Speaks
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