Antes del
siglo XX, el diagnóstico del autismo era inexistente. A aquellas
personas que tenían lo que actualmente se denomina autismo se les
diagnosticaba otro trastorno: normalmente esquizofrenia juvenil o
retraso mental. Por este motivo, los niños autistas solían ser
internados en una institución.
Eugen
Bleuler, un psiquiatra suizo, introdujo por primera vez el término
autismo en 1911, basado la palabra en el griego autos, que significa
«uno mismo». Sin embargo, Bleuler no utiliza el término para describir a
las personas que actualmente identificaríamos como autistas, sino que
lo aplicaba a las personas con esquizofrenia que mostraban un
retraimiento extremo de la vida social.
Varias
décadas antes de que Bleuler acuñara el término, se dio un nuevo
significado al término autismo. A finales de los años treinta, un
psiquiatra de origen austriaco llamado Leo Kanner empezó a realizar un
estudio específico sobre once niños en el Johns Hopkins Hospital de
Baltimore, Maryland. Esto culminó en el artículo clásico de Kanner de
1943, «Alteraciones autistas del contacto afectivo», en el cual
describía a los niños de su estudio diciendo que tenían «un aislamiento
autista extremo». Un año más tarde, Hans Asperger, un pediatra
austriaco que trabajaba independientemente de Kanner, publicó
«Psicopatía autista en la infancia».
En su artículo, Asperger
describía a varios niños que, aunque diferían en algunos aspectos de
los pacientes observados por Kanner, compartían la característica de que
parecían mostrarse distantes y no interesados en las otras personas.
A pesar del
hecho de que ni Kanner ni Asperger tuvieron acceso a la tecnología
médica de la actualidad, sus observaciones son fundamentales para el
campo del autismo hoy en día. Ambos médicos creían que los niños que
ellos estudiaban sufrían un trastorno subyacente. Lo más interesante
eran las características del comportamiento autista que los dos médicos
describían.
Estas incluían:
• Aislamiento autista.
Es decir, una
tendencia a quedarse fijados en una actividad estereotípica
«repetitiva», dejando fuera cualquier cosa del mundo exterior, tanto una
persona como una situación.
Esta
separación de uno mismo del resto del mundo es la piedra angular de lo
que se denomina autismo. De hecho, en la época en que Kanner y
Asperger estaban escribiendo esto, muchos niños autistas eran
considerados inicialmente sordos porque parecían estar completamente
abstraídos de los sonidos que había a su alrededor.
• Una preferencia por las cosas frente a las personas.
Los niños
autistas ignoran y evitan a las personas que hay a su alrededor,
incluidos sus padres. De hecho, parecen considerar a las personas como
«cosas» que deben ser ignoradas o con las que hay que tratar, pero sin
ningún apego emocional.
• Dificultades con el lenguaje, las cuales pueden adoptar una variedad de formas.
Algunos niños
con autismo no hablan tan pronto como los niños típicos. Algunos no
hablan hasta los tres años de edad, y unos pocos, no lo hacen hasta el
final de la adolescencia. Algunos niños empiezan a balbucear a tiempo y
luego hacen una regresión al utilizar una forma de lenguaje llamada
ecolalia, en la cual repiten todo lo que la otra persona acaba de decir,
o parte de ello. Muchos nunca utilizan el pronombre de primera persona
«yo», sino que, en lugar de eso, se refieren a sí mismos como «tú».
Por ejemplo, un niño autista podría declarar, «Tú quieres un caramelo»,
cuando lo que quiere decir es «Yo quiero un caramelo». En la mayoría de
los casos, son las dificultades con el lenguaje las que, inicialmente,
hacen que el niño autista llame la atención.
• Comportamiento ritualista y obsesivo, el cual puede adoptar una variedad de formas.
Con
frecuencia, una vez que una acción es llevada a cabo de una determinada
forma, el niño autista insistirá en que siempre se realice de la misma
forma. En otras palabras, estos niños insisten en la «igualdad
repetitiva». Por ejemplo, cuando un niño viaja del punto A al punto B,
puede insistir en que siempre se tome la misma ruta que se utilizó la
primera vez que fue de A a B. Incluso los cambios más mínimos pueden
tener sistemas especiales para ordenar sus objetos favoritos.
• Una intolerancia a los ruidos fuertes, a algunos movimientos y a otros estímulos sensoriales específicos.
Se sabe que
los niños autistas tienen miedo a los ascensores, los aspiradores, los
juguetes mecánicos, al agua que corre e incluso al viento, y sienten
pánico cuando estas cosas están presentes. Kanner, quien fue el primer
en percibir este fenómeno, creía que el problema era causado, no por el
ruido o el movimiento en sí mismo, sino por su intrusión en el
aislamiento del niño. Desde entonces, se han ofrecido otras
interpretaciones.
• Proezas de memoria destacables y otras habilidades mentales inusuales.
Aunque esto
no se aplica a todos los niños autistas, algunos niños con este
diagnóstico tienen una memoria asombrosa para cosas específicas, como
poemas o trivialidades sobre deportes; son capaces de realizar cálculos
matemáticos que bordean la genialidad; tienen habilidades musicales
asombrosas o exhiben otros talentos extraordinarios.
• No sonreían durante sus primeros años de vida, y a veces posteriormente tampoco, y carecen de expresión facial cuando hablan.
Kanner
informó por primera vez que muchos niños autistas no sonríen y que su
habla no suele ir acompañada de expresiones faciales o gestos. Nuestras
propias observaciones han mostrado que algunos niños a los que más
adelante se les diagnosticó autismo no sonreían en lo absoluto cuando
eran bebés. En ocasiones, esto se debe a una forma de parálisis llamada
boca de Moebius.
Es importante
señalar que tanto Kanner como Asperger comentaron que podía haber una
relación entre el autismo y la esquizofrenia, pero estuvieron de acuerdo
en que son trastornos distintos. La diferencia más significativa entre
los dos trastornos es que incluso la aparición más temprana de
esquizofrenia es presidida por al menos dos años de desarrollo normal,
mientras que los niños autistas muestran evidencias de su trastorno
desde el inicio de sus vidas. Por este motivo, es posible detectar el
autismo bastante pronto en los primeros meses de vida.
Quizás, al
principio, debido a la Segunda Guerra Mundial, los hallazgos de Kanner y
Asperger generaron poca respuesta. Pero durante los años setenta y
ochenta, unas cuantas personas «Lorna Wing, Michael Rutter, William
Condon, Uta Frith y Edward Ornitz, por nombrar solo algunas» exploraron
todavía más la naturaleza del autismo, buscaron sus causas e idearon
métodos de tratamiento. Para cuando Leo Kanner falleció en 1981, sus
descubrimientos, así como los del otro pionero, Hans Asperger, ya eran
conocidos mundialmente, y el autismo era reconocido como un diagnóstico
válido.
info vía [¿Tiene autismo tu bebé] por Philip Teitelbaum & Osnat Teitelbaum │imagen vía Wikipedia.
Fuente: http://autismoamor.com/el-autismo-no-es-un-trastorno-nuevo/#.U3Wc4ig-dgh
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